Por
Javier Mitchell
Alfredo Alcón y Joaquín Furriel
Se acaba de
estrenar en la Sala Casacuberta del
Teatro San Martín de la ciudad de Buenos
Aires, Argentina, “Final de Partida”
de Samuel Beckett, con traducción de
Francisco Javier y dirección de Alfredo Alcón.
“Final de Partida” es un drama en un acto para cuatro
personajes, redactado
originalmente por Beckett en
francés, con el título “Fin de Partie”,
y, como era su costumbre, el propio Beckett lo tradujo al inglés, como
"Endgame" al año siguiente de su publicación. Fue publicado en 1957 y
es comúnmente considerado, junto con obras como “Esperando a Godot”, entre los
más importantes trabajos de su autor. Es la segunda pieza teatral de Beckett.
“Final de Partida” fue estrenada en Londres y en París en 1957 por el director Roger
Blin, a quien Beckett dedicó la obra (quien ya había dirigido “Esperando a
Godot”, también de este autor)
Samuel Beckett
Inspirada
(aparentemente) en “Rey Lear” de William Shakespeare y en el “Libro de Job”, “Final de Partida”
transcurre en un espacio cerrado, gris y asfixiante, en un mundo deshabitado.
No hay referencias específicas que indiquen de qué espacio se trata, pero es
claro que los personajes que lo habitan no pueden salir de allí: Hamm es una suerte de rey desposeído,
paralítico y ciego, cuyo trono es en realidad una silla de ruedas. Establece
con Clov -quien, en contraposición a
Hamm, no puede sentarse- una
relación de amo-esclavo, aunque también hay un cierto vínculo padre-hijo. Por
otro lado, Nagg y Nell, padres de Hamm, viven
“animalizados” en tachos de basura dentro de ese recinto, con lo que su
encierro se intensifica.
La obra
gira en torno a la degradación y repetición a través del tiempo, la certeza y a
la vez la incertidumbre que la muerte trae aparejadas, y la vacuidad y el
desmoronamiento del mundo.
Alfredo Alcón y Joaquín Furriel
De la obra
se desprende en general que los personajes viven en un mundo muerto, estático,
sin cambios ni variaciones de ningún tipo, lo mismo que en “Esperando a Godot”, en la cual nunca pasa nada. Cada día repite
las acciones y reacciones del día anterior, y cada hecho se ve revestido así de
una especie de cualidad ritual. Se ve perfectamente a través del texto que los
personajes tienen un pasado (más claramente Nagg y Nell que invocan
recuerdos de andar en tándem por Las Ardenas). Sin embargo, no hay indicación
alguna de futuro con referencia a ellos. El lóbrego escenario, y la referencia
constante a aspectos de la civilización que ya no existen, han sugerido a muchos
que la obra trata de simbolizar la era post-nuclear.
Según el
teórico polaco especialista en Shakespeare,
Jan Kott, también “el tema de Rey
Lear es la descomposición y el derrumbamiento del mundo” pero “en la
tragedia moderna, la historia sustituye al destino, a los dioses y a la
naturaleza. La historia es el único sistema de referencia”. Sin embargo, como
señala Lucas Margarit en “Samuel Beckett”: Las huellas del vacío”:
“… este sistema también se pierde, si no hay posibilidad de progreso, y la obra
de Beckett es sintomática de esa imposibilidad. La historia se reduce, como los
demás sistemas ordenadores del mundo, a un vacío de alternativas de elección…”
Alfredo Alcón y Joaquín Furriel
El elenco
está integrado por Alfredo Alcón,
Joaquín Furriel, Graciela Araujo y Roberto Castro. El apuntador es Lautaro Ostrovsky, la asistencia
artística es de Franco Battista, la
iluminación de Gonzalo Córdova, el
vestuario de Mirta Liñeiro y la
escenografía de Norberto Laino.
Como
director, Alfredo Alcón trabajó en “El Caballito Soñado”, obra en base a
una selección textos de varios autores (Teatro San Martín, 1990), “Los Días Felices” de Samuel Beckett (Teatro San Martín,
1994) y “El Gran Regreso” de Serge Kribus. Asimismo dirigió y
protagonizó “Final de Partida” en
1990, cuando Alejandra Boero inauguró la sala Andamio 90.
“Final de Partida” es una producción asociada del
Complejo Teatral de Buenos Aires y Pablo Kompel.