Por
Javier Mitchell
Trailer
Reflexiones
filosóficas, principios tibetanos, imágenes de infancia, obras pictóricas y por supuesto, música, componen “Heart of a Dog” (“El Corazón de un Perro”), el ensayo fílmico
con el que la gran artista multidisciplinaria Laurie Anderson concurrió al
Festival de Venecia, donde compitió por en León de Oro. Su película, que fue
muy bien recibida por el público, está "inspirada" por la fuerza de
Lou Reed. También acaba de presentarla en el Festival de San Sebastián.
La muerte
es uno de los temas del film. “Es mi historia, es tu historia, la historia de
cualquiera de nosotros”, puntualiza Laurie Anderson. “La muerte sigue siendo un
curioso tabú. En América hay una obsesión por controlar el dolor, por hacerlo
desaparecer. Es lo que llamaríamos el ‘‘American Way of Death’’, sostiene
Anderson. “Los americanos preferimos pensar que es mejor no sentir nada”. La
película funciona como reacción a esa anestesia, como lo fue “Farewell to Lou
Reed”, la carta pública que escribió, a tumba abierta, al que fuera su
compañero sentimental durante veinte años. Suponemos que la tentación fue
enorme, pero el nombre del cantante de la Velvet Underground no se menciona ni
una sola vez en la película. Por el contrario, el catalizador de las
reflexiones, entre metafísicas y prosaicas, de Anderson, es su perra Lolabelle,
que murió antes que su marido.
Porque
parece que uno de los motores de Anderson a la hora de volver a hacer un trabajo cinematográfico parece
haber sido la reciente desaparición de su compañero de vida, Lou Reed, cuyo
espíritu impregna momentos de este documental de sensaciones, que esquiva la
idea de contar para sugerir, inspirar y evocar. “El espíritu de Lou atraviesa
toda la película. Con Lou hablábamos durante horas, sobre todo de sus miedos.
Me acompañó durante parte del proceso, intervino como actor”, explicó Anderson.
“Lou fue mi mejor amigo”.
A la
estética, que es un ingrediente fundamental de su obra, la siempre experimental
Laurie Anderson añade a "Heart Of A Dog" poesía y filosofía, en un documental que, a modo de un diario íntimo, recoge
diversos elementos, la entrañable figura de su perra Lolabelle, el poder
evocador de la memoria, la música, las dificultades para expresarse y la
convivencia con la idea de la muerte.
“Es una
película sobre el amor”, destaca la artista de 68 años. Su particular voz, a modo de
narrador, acompaña con sus reflexiones al espectador, a quien desafía
visualmente con diversos filtros, tanto reales como imaginarios. “Ésta es una
película sobre las historias y sobre cómo funcionan. No es una película sobre
mí, aunque he usado algunas historias mías: es sobre cómo hablamos de
historias”. Aunque la lectura sea universal, el film se construye con referencias
personales como el accidente que sufrió de pequeña y casi la deja postrada de
por vida, la muerte de su perra, la de su madre o el suicidio de un amigo
cercano.
“Heart Of A
Dog” busca de la complicidad del espectador apartándose de la narrativa
tradicional. “La película arranca con mi
perro y después intento describir qué es la muerte, y por tanto la vida, y por
eso encadeno historias. No tienen por qué tener sentido narrativo, pero sí
emocional. De ahí que pase a mi infancia y que reflexione sobre cómo los
recuerdos impregnan y alteran los hechos pasados. A veces se nos olvida que la
muerte marca sólo un cierre, que hay que recordar los años de vida, la huella
que ha dejado esa persona a su alrededor. Por eso en “Heart Of A Dog” hay
pequeñas historias, relatos que pueden parecer anecdóticos o remarcarte quién
eres, en qué crees”. Un film que llevó dos años y medio de preparación y en el
que la gran Laurie Anderson ha volcado muchas de sus obsesiones personales y
por sobre todo, mucha poesía textual y estética.